La construcción social de la estupidez

 

Foto de Conbici. Conbici hace entrega del Premio Conbici a Cristina Rosenvinge, en reconocimiento a su labor en defensa del carril-bici

Foto de Conbici. Conbici hace entrega del Premio Conbici a Cristina Rosenvinge, en reconocimiento a su labor en defensa del carril-bici

«(…) En toda sociedad, pero más en una sociedad compleja, estamos manejando información de otros y obligados a confiar en otros. Nuestro mundo es de segunda mano, mediado, y no podría ser de otra manera: sabríamos muy poco si solo supiéramos lo que sabemos personalmente. Nos servimos de una gran cantidad de prótesis epistemológicas. Nuestro suplemento cognoscitivo está edificado sobre la confianza y la delegación. No tenemos más remedio que confiar en otros y confiar en la información que otros nos proporcionan. Esta circunstancia es la causa de las grandes conquistas de la humanidad, pero también de los peores errores. La confianza puede demostrarse excesiva o insuficiente, los rumores se propagan sin objetividades que los puedan frenar, el pánico resulta más contagioso en un mundo de apreciaciones difícilmente refutables… La facilidad con la que se quiebra esta confianza (…) pone de manifiesto hasta qué punto son frágiles nuestras sociedades.

Hay buenos motivos para pensar en muchas ocasiones que cuando una opinión es compartida por muchos probablemente debamos tenerla por verdadera. Pero también resulta fascinante la experiencia contraria: los grandes errores colectivos, la reverberación de los errores, desde su forma más inofensiva como lugares comunes hasta la infamia del linchamiento.

Muchas personas viven en nichos de información y a veces se crean dinámicas que hacen eco, que extienden los errores, los encadenan e incluso fortalecen, dando lugar a enormes fracasos colectivos. Y no pensemos únicamente que se trata de errores extendidos por los que menos saben del asunto en cuestión. Existen también errores que son típicos de la agregación de los saberes y las decisiones de los expertos, fallos de la gente especializada, que suelen ser más irritantes en la medida en que teníamos derecho a suponer de ellos una especial clarividencia como, por ejemplo, los reguladores, organismos supervisores o agencias de rating.»

(O también los colectivos carrilbicistas íberico-cañís, nuestros supuestos «representantes» ciclistas, esos que se han auto-adjudicado la representatividad de los usuarios de la bicicleta en esta sufrida geografía del Sur).

El extracto es de la tribuna titulada «La construcción social de la estupidez», firmada por Daniel Innerarity, y leída aquí.

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